Zürcher Nachrichten - La guerra que "se escucha", una lección de supervivencia en el Donbás ucraniano

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La guerra que "se escucha", una lección de supervivencia en el Donbás ucraniano
La guerra que "se escucha", una lección de supervivencia en el Donbás ucraniano / Foto: Yasuyoshi Chiba - AFP

La guerra que "se escucha", una lección de supervivencia en el Donbás ucraniano

Para los habitantes del Donbás ucraniano y los soldados en el frente, la guerra se escucha más que se ve, y guardar silencio en todo momento y aguzar el oído se han convertido en acciones clave para su supervivencia.

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"Empieza con un silbido y luego todo tiembla. Es una lluvia de obuses. ¿Lo oyen? Son obuses muy pesados", comenta Liudmyla, una cuidadora de 58 años que ha venido a una tienda de la carretera de Lyman -una ciudad en plena batalla entre las fuerzas rusas y ucranianas- para comprar provisiones.

"Hace una eternidad que escuchamos ese ruido. Pero no sabría decir si son tiros 'plus' o 'minus', no tengo mucha idea de eso, se lo dejo a los chicos [los soldados]", agrega la mujer, antes de irse en bicicleta.

Desde que estalló el conflicto separatista, en 2014, la cuestión aflora con cada rugido de cañón: ¿es un tiro "plus" -es decir, saliente- o "minus" -entrante-?

El soldado Denis (22 años) es ya un experto en la materia.

"Cuando es un tiro de nuestros obuses (un 'plus'), lo sabemos porque viene de más cerca, el sonido es más fuerte: primero se oye un silbido, como 'fiu, fiu, fiu'; y luego, una explosión: 'bum, bum, bum', uno por tiro, y podemos contar" cuántos se efectuaron, agrega el recluta, apostado en una trinchera de Barinkov.

- Silbidos y estruendos -

"Cuando es un tiro de obús contra nosotros (un 'minus'), el sonido es alto, fuerte y claro, simplemente hace '¡Puuum!'", explica Denis.

La batalla del Donbás es, sobre todo, un duelo de artillería. El obús produce un sonido específico: primero una detonación, sorda, luego una vibración que se nota en el cuerpo, un silbido que viene del cielo y, ya en el suelo, el estruendo de la explosión.

El otro sonido de esta guerra, uno de los más temidos, es el de los "Grad" o el de los "Huracanes", los cohetes rusos que caen por decenas contra aldeas y posiciones ucranianas.

Todas esas armas, de gran calibre, sobre todo cuando se tiran en forma de bombardeo, pueden escucharse en hasta 100 km a la redonda en las llanuras de la región.

- Afinar el oído -

En cuanto uno percibe que el tiro se acerca, hay que meterse rápidamente en la trinchera. Por la noche, cuando las tropas rusas intensifican los bombardeos y disparan misiles más pesados, el soldado de guardia se transforma en un sensor humano.

"Hace falta mucho tiempo para lograr distinguir la amenaza. Hay que aguzar el oído todo el tiempo", explica un sargento de infantería apodado "Viking", vigilando desde una trinchera en las inmediaciones de Lyman.

Según él, los aviones bombarderos "hay que saber escucharlos llegar desde lejos", en tanto los drones suelen oírse sin problemas.

Su zumbido, parecido al de una mosca, pone nervioso a los soldados, aunque en general, en el frente, esos dispositivos suelen ser más de reconocimiento que de ataque.

En cuanto al "tacatac" de las armas automáticas, está prácticamente ausente. Los cara a cara de la infantería, que marcaron la batalla con los separatistas prorrusos en 2014, son casi inexistentes.

- Alarma día y noche -

"Tenemos esos ruidos de la guerra grabados en el cuerpo desde 2014. Nuestros nietos ya viven con eso", comenta Anna Syssuyuk, una agricultora de 59 años de los alrededores de Lyman. "Pero uno nunca se acostumbra a esos sonidos y no deberíamos acostumbrarnos", señala.

En las principales aglomeraciones de la región, un ruido agudo y lúgubre se ha convertido en la banda sonora de esta guerra: la sirena de alarma de bombardeo que resuena día y noche.

Esta puede consistir en una única nota prolongada o en una sucesión de señales sonoras entrecortadas que da la impresión de un ruido ascendente y descendente.

En algunos pueblos, para disminuir el estrés que causan, el volumen se ajustó a la baja. Pero en Sloviansk, por ejemplo, el gigantesco altavoz instalado en el tejado de la alcaldía suelta un alarido que perfora el tímpano.

¿Será una forma de convencer a los últimos ciudadanos de que dejen la ciudad? Cuando el silencio vuelve, no lo hace por mucho tiempo.

A.Wyss--NZN